Memorias y comentarios del autor

Sarmiento define sus memorias con las siguientes palabras: "Mis Recuerdos de provicia son nada más que lo que su título indica. He evocado mis reminiscencias, he resucitado, por decirlo así, la memoria de mis deudos que merecieron bien de la patria, subieron alto en la jerarquía de la iglesia y honraron con sus trabajos las letras americanas".
"Los escritos autobiográficos de Sarmiento –escribe Blas Matamoro– datan del final de su exilio en Chile: Mi defensa(1843), Facundo (1845), Viajes (1849), Recuerdos de provincia(1850) y Campaña en el Ejército Grande (1852).
Es como si sólo pudiera escribir sobre sí mismo, aun con otras excusas temáticas, fuera de su país de origen, que apenas conocía hasta entonces y que había contribuido a inventar, sobre todo en el mencionado Facundo.
Poder contar su propia historia, acompañado del padre y lejos de la madre, es convertirse en padre de sí mismo, ideal de la madurez.
La pregunta por la identidad se despliega en el vagabundaje, actitud típicamente romántica del Wanderer, del que deambula sin meta y la encuentra en el camino.
Vagabundo por excelencia fue su padre.
El hijo viajero lo reencuentra en la figura del flâneur de París, ese personaje que enseguida ocupará a Baudelaire y que 'persigue también una cosa, que él mismo no sabe lo que es; busca, mira, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace rodeos, marcha y llega al fin' (carta del 4 de septiembre de 1846).
El espectáculo de las naciones llena su existencia ambulante [sic], según el modelo paterno. Es un emigrado, un prófugo, un proscrito, que baja al mundo de la vida, pues todo argentino es alguien que no sabe dónde amanecerá mañana (prólogo a Campaña..., Río de Janeiro, 20 de marzo de 1852). (...)
Recuerdos de provincia se abre con una descripción alegórica que encierra una misión, la de escribir el libro.
La podría cumplir, providencialmente, el propio Sarmiento. En cierto lugar de la ciudad de San Juan hay tres palmeras, árboles exóticos plantados por los fundadores españoles.
El tiempo las ha convertido en una suerte de 'plumajes con que se presenta adornada la cabeza de los indígenas americanos'.
Cerca se encuentra una casa ruinosa, antigua vivienda de un jesuita y, en ella, una carpeta para los manuscritos de la historia de Cuyo que escribió el abate Morales.
La carpeta está vacía.
La tarea de Sarmiento es rellenar aquella carpeta, contando cómo el intento civilizador fue devorado por las formas aborígenes. Arranca con una enumeración de los apellidos de la 'vieja aristocracia colonial' y el intento de hallar ejecutorias de abolengo en Italia.
Adolfo Prieto ha estudiado cuidadosamente esta manía nobiliaria de los patricios argentinos. (...) Finalmente, la conciliación de estas tensiones se halla en la narración de la historia, que tiene su modelo en la biografía, género predilecto de Sarmiento.
'Gusto de la biografía. Es la tela más adecuada para estampar las buenas ideas; ejerce el que la escribe una especie de judicatura, castigando al vicio triunfante, alentando la virtud oscurecida. Hay en ella algo de las bellas artes, que de un trozo de mármol bruto puede legar a la posteridad una estatua. La historia no marcharía sin tomar de ella a sus personajes" (Recuerdos de provincia).
En la biografía, el narrador, un artista, explora un destino individual y en él descubre el destino de un pueblo, comparable al destino de otros pueblos y otros hombres.
Soy yo que somos todos que somos la humanidad, siempre en cambio inestable e intentando oír, en el fragor criminal de los hechos, la voz del Padre Creador".
Copyright del comentario © Blas Matamoro. El texto aparece publicado en "Cine y Letras" con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.

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